lunes, 9 de febrero de 2015



De repente el reloj sonaba al compás de Bob Dylan y tú me amabas una vez más en ese sofá gris bajo la silenciosa mirada de Amsterdam. En esas tres semanas me amaste cada minuto, en cada rincón de esa casa con vistas al canal. En cada recodo de la otra, helada. Y sólo en 80 cm de la tercera. Yo te sonreí cada segundo. En todas partes.