Como si acabásemos de experimentar un orgasmo y
mi cerebro estuviese produciendo oxitocina,
se encuentran mi cabeza y mi sexo gestionando un enamoramiento momentáneo.
Pienso en tu cuerpo y en tu boca y sólo quiero recorrerte
desde tu lado subacuático hasta tu montaña llena de cumulonimbus.
Mis cirros se acumularían también hasta que descargásemos
rayos y truenos. Cuando acabase la tempestad me tumbaría a tu lado
y no podría parar de besar esa sonrisa inocente y relajada.
viernes, 24 de octubre de 2014
viernes, 3 de octubre de 2014
Southampton
Cuando vio cómo la cantante le mandaba una sonrisa a Él
desde el escenario, se le hizo un nudo en el estómago. No podía parar de pensar si a pesar de que
Él le había contado su historia de amor, o más bien de no amor con Ella, aquella
noche después del whisky se habrían acostado entre guitarras con la excusa de
ayudarle con las estrofas y las rimas. Él no tenía ni idea de música, pero era un
buen novelista.
Ella estaba en la ciudad de visita y Él había insistido en
ir a unos de sus pubs preferidos, tenía música en directo y había sido el
primer bar al que había entrado cuando llegó a vivir allí. Además estaba
cerca de su casa. Él no sabía o fingía no saber que Ella había leído la
historia de aquella noche del mes de septiembre. Ella no quería decirle que después de un año no
había podido contenerse y que con los ojos entreabiertos cual niño viendo una película de miedo, había accedido a los pensamientos que Él enviaba a la nube de la que Ella tenía la clave. Tampoco quería tener que aceptar que entre aquellos
escritos había leído uno que no era para Ella, si no para un amor anterior que
como el suyo no había llegado a ninguna parte. No quería tener que oír que la
historia de la cantante tampoco hablaba de Ella. Tampoco que Ella no había sido
su única amante (en su cuarta acepción de la RAE) y que en la cola de espera
estaba también la cantante inglesa. Escucharon el concierto y sin decir una
palabra, volvieron a casa. Ella durmió en el sofá.
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